Ningún presidente argentino dilapidó más rápidamente tan enorme apoyo del electorado. El mandatario que llegó al cargo prometiendo acabar con la desigualdad de la noche a la mañana, vociferando que con su democracia se comería, se curaría y se educaría, pero antes denunció un imposible pacto militar-sindical (jamás probado, pero que sirvió para asustar a la clase media, luego cacerolera).
Ese presidente que, como contrapartida, nos regaló una hiperinflación del 30 por ciento mensual; ese, que como primera medida de gobierno le declaró la guerra a los trabajadores con el verso de la pluralidad gremial, que siempre debe traducirse como atomización, división o libanización del movimiento obrero*).
El que promovió un “juicio ejemplar” contra nueve dictadores, sólo como excusa para blanquear un punto final con obediencia debida que dejó en la más absoluta impunidad (hasta hoy) a más de 5.000 represores asesinos.
El mismo presidente que escupió en la cara de un pueblo esperanzado cuando claudicó ante otros represores con su “Felices Pascuas” que ya están en registradas en la Guía Guinness de la bajeza más abyecta.
Ese que, como guinda de su pastel envenenado, firmó el denominado Acuerdo de Olivos con un sátrapa de su misma calaña, ni más ni menos, para repartirse entre ambos el podio de la indignidad ante una república devastada, a la que sólo le faltaba en ese momento el aterrizaje en el poder (1999) de una síntesis acaso imposible de imaginar: tan cobarde como uno y tan corrupto como el otro.
Aquel presidente, el cobarde, tiene hoy 81 años y reapareció hace siete meses babeándose en una tribuna porteña, donde acusó al gobierno actual de promover “un bipartidismo de derecha” y otras sandeces similares. Aquel presidente todavía cree que en la Argentina otorga chapa decir que se es de izquierda, cuando uno ha jugado toda la vida como idiota útil para la derecha liberal vendepatria, que siempre necesitó un falso puntero zurdo para engañar sobre la raya y luego tirar el centro a la cabeza del Imperio.
Ese ex presidente sólo estuvo a la izquierda de Ricardo Balbín, otro patriota que llegó a pedir enfervorizado la cabeza de “los obreros que impulsan la subversión industrial”, aquellos que luego -también por su culpa- engrosarían la larga lista de mártires que se cargaron otros dictadores con la anuencia de los demócratas como el ex presidente, cuyo partido contribuyó a la causa 76-83 con 600 valientes, entre intendentes y embajadores.
El ex presidente vomitó su basura el último abril como invitado vip para hablarle a nadie en el acto de liquidación de un comité de su agrupación en el barrio porteño de Caballito (obviamente tan innecesario como el orador) donde inaugurarán en breve una pizzería.
Ese presidente fue distinguido hace unos días en la Casa Rosada, por una administración que le hizo los deberes veinte años después y que carga gratuitamente con la romana de la culpa y de la acusación, y que ahora (vaya a saberse por qué, prefiere reivindicar a tamaño desleal). El acto fue emotivo, a salón colmado. Sólo faltó Forrocobos -invitado especial del homenajeado- porque lo encerraron sin cuarto intermedio en el Senado y le impidieron así enrojecerse las manos aplaudiendo a su ídolo.
Después, o antes, qué más da, descubrieron un busto del ex presidente, que no hace honor a su fisonomía. Nunca sabremos si el escultor falló en su cometido o al agasajado, a esta altura, se le ha caído la cara, de vergüenza. A tal punto, que es imposible reproducirla.
* Hasta Ernesto Guevara, que jamás fue peronista, fulminó a aquellos que siempre abogan por una oscura “democratización” de los sindicatos, o su división en varias centrales, como propósito para desmovilizarlos y atarles las manos. A eso se refirió en su legendaria declaración de “El Pedrero”, días después de concretarse la Revolución Cubana.
Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.
lunes, 6 de octubre de 2008
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3 comentarios:
¡ La ley Mucci! El primer regalito de RA para el movimiento obrero, a ver si podía desarticular aun más al ya castigado sector trabajadoR.
Es bueno Enrique que hagás este "contra-panegirico" de Alfonsín, ante tanto bienpensante que hoy lo idolatra como si el tipo nos hubiere hecho un favor a todos los argentinos.
Saludos
Nene! La ley Mucchi fué un intento mal parido para bajarle el poder al Loro Miguel y a la pesada de la UOM. O ya te olvidaste de los muchachos esos que andaban con las Ingrams y que nos hubieran barrido a todos los que frecuentamos estos blogs.
Leo tu post, con el que estoy completamente de acuerdo, y no puedo evitar pensar en las similitudes con el actual gobierno de CK (o el anterior de su marido). Digo similitudes como querer aparentar que gobierna para el pueblo cuando profundizan y mucho la entrega y la dependencia, similitudes como querer dividir al movimiento obrero (si a los K les conveniese, ya le hubiesen dado la personería a la CTA, pero Moyano les para país), o querer pasar a la historia currando con la memoría de los desaparecidos y embanderándose en los DD.HH., pero dejando en libertad a más del 99% de los represores.
Y estoy sorprendido, de verdad, en cuanto se parece la actual mentira kirchnerista con aquella mentira alfonsinista.
Tan parecidos son, la que homenajea y el homenajeado, que hasta me cuesta definir quién es más gorila de los dos, y quién tiene mejor busto.
Saludos, compañero, gracias por mostrar estas cosas.
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