Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.

sábado, 30 de agosto de 2008

EL ESPECIALISTA

El señor Funes de Rioja es abogado especializado en el fuero laboral. Desde hace décadas trabaja al servicio de la Unión Industrial Argentina, y su tarea escrita, oral o silenciosa consiste en conjugar los siguientes verbos: atomizar, desoir, dividir, restar, demorar, racionalizar, despedir, suspender, reducir, disminuir, achicar, presionar, objetar, interferir, cancelar, suprimir, derogar, impedir, evitar, desconocer, remover, apretar, apelar, denunciar, desguazar, optimizar, discontinuar, prorrogar, purgar, desacelerar, aconsejar, advertir, amenazar, confundir, desinformar, interponer, trabar, ganar, cobrar y sonreír. El señor Funes de Rioja es un artista en su trabajo; un orfebre, un gourmet, un sibarita, una eminencia. El señor Funes de Rioja es un conocedor de los verbos castellanos. El señor Funes de Rioja es un grandísimo.

martes, 26 de agosto de 2008

EL GRAN DIARIO ARGENTINO

Si por una vez la máquina fallara o si una mano traviesa pudiese establecer el desorden justiciero de las páginas; si por una vez cayeran los controles y mostrasen las cartas de la estafa, podríamos ver cómo un señor editorialista sin nombre se dedica a espantar clientes en el rubro 59 de los avisos clasificados, abogando por una clara y moderna educación sexual en las escuelas, mientras Vanesa y Romina te ofrecen sus tiernos servicios sin globito desde la página 7 del mismo ejemplar del mismo gran diario argentino.

sábado, 23 de agosto de 2008

OLÍMPICA MALA LECHE

El exitismo y el derrotismo argentinos son ampliamente conocidos. De todos modos, a veces es necesario hacer algunas aclaraciones para que tal exitismo y tal derrotismo no se impregnen de mala leche, olímpica mala leche en este caso. Como el clima destituyente sigue reinando sobre el territorio nacional y cualquier hecho que sucede motiva una réplica del tipo "si ganan, es porque hacen fraude" o "eran muchos pero los llevaron y les pagaron" o (desde el corner izquierdo) "no hablen de retenciones al agro mientras no tocan las de la minería", y así hasta el infinito del universo gorila y desestabilizante. Pues bien, los Juegos de China no podían quedar afuera del "tres tiros por diez pesos" contra el gobierno, que necesitaría jugar con dos arqueros para atajar los pelotazos que le disparan desde todos los ángulos, lo mismo da un Grondona que un Lanata, una maestra primaria que un taxista, una vieja boina radical que un imberbe clase media onda "mis viejos son peronistas pero a mí no me gustan los cabezas". En fin, el repertorio habitual, hoy repetido y amplificado por la cadena nacional desinformativa. Al deporte le llegó el turno. Con comentarios de este tono: "loco, dos medallas de mierda nada más. Me da vergüenza" o "el Estado no pone un mango y después la presidenta (obvio, la puta montonera) se saca la foto". Mercadería cada vez más berreta y extendida. Por eso viene bien lo de las aclaraciones, para aquellos que opinan desde la ignorancia histórica y geográfica, aunque con alta precisión para el chiste fácil y la ofensa barata. Acaso muchos de ellos, incluídos periodistas deportivos que desconocen hasta el color del pasto y el olor del aceite verde, necesiten refrescar sus neuronas antitodo, sólo con cargar la sesera con datos irrebatibles. Aquí van: entre 1924 y 1952, Argentina logró 13 medallas de oro en las distintas ediciones de los Juegos. Entre 2004 y 2008 consiguió las otras 4 que hoy redondean sus 17. Un número aceptable para Latinoamérica, donde sólo nos superan Cuba (que naturalmente pertenece a otro contexto) y Brasil. Pues bien, mientras arrecia el apedreo contra la presidenta y contra el secretario de Deportes (Claudio Morresi), se sugiere también un módico ejercicio de primer grado primario. Algo así como "Ema ama a mamá" dirigido al terreno del boludismo con etiqueta contrera, que chorrea desde cualquier pantalla, micrófono o asiento delantero de un techo amarillito. A ver, chicos: entre 1952 y 2004 transcurrieron doce citas olímpicas, muchos gobiernos argentinos democráticos, democratosos y dictatoriales, y miles de secretarios de Deportes. La pregunta no es ¿por qué no sumamos NINGUNA medallita de oro en 1956-60-64-68-72-76-80 (acá no fuimos porque papá-usa no nos dejó), sigo, 84-88-92-96-2000? La pregunta es por qué en aquel remoto 1952, con Perón en el gobierno (y con record de medallas en el 48) y en este período 2004/08 de los K, los aires deportivos olímpicos soplaban/soplan un poquito mejor en este barrio. Pusimos el cuello (dos veces) para la premiación dorada hace cuatro años y repetimos la ceremonia en Beijing. Ahora, que se hagan cargo de la reseña histórica los funcionarios del área de Aramburu (56) Frondizi (60), Illia (64), Onganía (68), Lanusse (72), Videla (76), Viola (80), Alfonsín (84 y 88), Menem (92 y 96) y De la Rúa (2000). Es decir, como solía proclamar mi abuelo: si esto no está clarito, mi culo es un centro de mesa. O la muralla china, diría hoy, para estar más actualizado.

martes, 19 de agosto de 2008

BARDACH: ANDÁ A NADAR...

Como fotos amarillentas, hoy cierro los ojos y veo tapas de El Gráfico con deportistas argentinos exhibiendo peinados Glostora y sonrisas Corega. Había remeros, esgrimistas, boxeadores, atletas, nadadores y ciclistas. Todos amateurs. Ninguno cobraba nada ni le pedía nada al Estado. El Estado sabía lo que tenía que hacer. Y lo hacía. Por ese tiempo fuimos también campeones mundiales de basquetbol y Oscar Panno campeón mundial juvenil de ajedrez. En los Juegos del 48, Delfo Cabrera ganó nada menos que el marathon, la prueba olímpica por antonomasia. Y la delegación argentina volvió con una ristra de medallas. Un tal Pascualito Pérez trajo también la de oro, gratis, como mandaba el código del amateurismo. No como hoy, que tenemos a Lionel Messi (que es bueno y es nuestro pero es profesional) desparramando rivales frente a la muralla china, y Brasil tiene a Ronaldinho. Pero bueno. Así son las leyes deportivas que piden y obtienen los sponsors publicitarios, sin que a los periodistas deportivos se les mueva un pelo. Hasta que hoy, sí hoy, cuando recordábamos que entre la segunda presidencia de Perón y el gobierno de Kirchner no habíamos obtenido medallas olímpicas doradas (los remeros Capozzo-Guerrero en 1952 y fútbol y basquet en 2004), hoy, el legendario ciclista marplatense Juan Esteban Curuchet, de ¡43! años se alzó con la apreciada presea (así se decía antes) en dupla con Walter Pérez, al obtener la prueba Madison (200 vueltas a un velódromo de 250 metros, es decir, 50 kilómetros a puro sprint y resistencia). Curuchet vociferó al micrófono que estaba orgulloso de ser argentino; Pérez besó la bandera en el piso, y ninguno recordó si habían recibido apoyo estatal (que primero debe ir a la alimentación, luego a la salud y luego a la educación). Pues ganaron igual. Creo que me emocioné frente a la pantalla del 7. Sobre todo porque eran ciclistas. Y enseguida recordé dos cosas: hace un mes medio, la nadadora cordobesa Georgina Bardach, en medio del conflicto del campo y tratando de sacar vaya uno a saber qué ventaja, disparó hacia los movileros de la cadena nacional sojera: "Si vengo con una medalla, no voy a ir a la Casa de Gobierno. No quiero que Cristina me reciba". Mientras Curuchet seguía llorando en el podio, después de su hazaña tras seis intentos olímpicos, pasaron los resultados generales. También los de natación. Bardach había logrado un extraordinario 37º puesto entre 38 participantes...Bueno, me dije, es lo que hace una nadadora: nada...

jueves, 14 de agosto de 2008

PIRATAS HONRADOS

De mis tiempos de estudiante universitario setentista tengo pocos buenos recuerdos. Uno es haber escuchado en ese ámbito al cantante español Paco Ibáñez, quien llegó por esos tiempos a Buenos Aires y brindó un hermoso recital con adaptaciones musicalizadas de enormes poetas connacionales suyos de las épocas de oro, desde Quevedo y Góngora hasta Luis Cernuda y Gabriel Celaya, pasando por Machado, Miguel Hernández y Rafael Alberti. Todo esto para decir que no recuerdo quién es el autor de este fragmento que va a continuación y meterle después un remate de actualidad barata y berreta: /Había una vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos/ y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado/ Todas esas cosas había una vez, cuando yo soñaba un mundo al revés.../ Evoqué estos irónicos versos, ayer, después de leer en algún sitio que un juez nacional citó a Luis D'Elía para que le explique por qué maltrató en Plaza de Mayo a un honorable ciudadano que venía aporreándolo desde diez cuadras atrás con el nunca bien ponderado sonsonete: "¿Cuánto te paga la conchuda, negro de mierda?" y otras lindezas de similar calibre. Lo evoqué con más claridad cuando, minutos después, leí en otro sitio que la semana próxima no sé qué comisión internacional relacionada con la prensa (lo mismo da) tratará en Buenos Aires el "amordazamiento" del periodismo argentino por parte del gobierno actual. Recordé a Paco Ibáñez y a su guitarra, aún con más fuerza, después de calcular a la bartola que no menos de un 90% de las empresas periodísticas argentinas (con la complicidad de la mayoría de sus empleados atorrantes y/o inútiles) están demoliendo la democracia y orinando en la puerta de nuestras casas desde hace cinco meses.

viernes, 8 de agosto de 2008

MOMPO COBOS

Mempo Giardinelli es un argentino bienpensante. Un escritor aceptable. Un buen tipo. Y un habitual opinador sobre todos (todos) los temas que -cree- merecen su parecer progre-chaqueño-literario-ex radical-centroizquierdista-no peronista-titular de una fundación destinada al bien común. Suele hacer catarsis en Página 12 y lo dejan. Hacen bien. Esta vez se topó con el culebrón de Forrocobos y no tuvo más remedio que ofrendarnos sus impagables e ineludibles reflexiones sobre el particular. Entre gracioso y patético nos dice que, en principio, Cloto le pareció algo así como una luz en la tiniebla, un tipo de convicciones, un demócrata de los que ya no hay. Fue sólo en principio, porque ipso facto Mempo confesó (nobleza obliga) que él esperaba que, para completar su altruista obra (es decir, votar en contra de su propio gobierno, favorecer a la oligarquía, acaso atrasar veinte años el reloj evolutivo nacional) Zorrocobos debía hacer carambola con la presentación de la renuncia, que así, sí, habría pasado a la posteridad como Probocobos, un ejemplo para las futuras generaciones de desprevenidos, que todavía relacionan al radicalismo con la decencia y (¡esto sí que es joda!) con la lealtad... Bueno, la nota se le fue a la banquina mientras enumeraba las supuestas quijotadas de Leandro Alem, Sabbattini, Repetto, Larralde, Lebensohn y demás intrascendencias pre-pos o pseudogorilas de cada época argentina. Está todo bien, Mempo, pero habría que agregar algunos ítems al glorioso historial ucerreísta, acaso para comprender finalmente hacia dónde apuntó el voto nopositivo de Lobocobos. Podríamos preguntarle a Osvaldo Bayer (no es santo de nuestra devoción, pero tampoco es un gil) si cree que don Hipólito Yrigoyen no tuvo nada que ver en las matanzas de la Semana Trágica y/o de la Patagonia Rebelde. Podríamos recordar asimismo que el doctor Roberto M. Ortiz fue presidente radical electo mediante fraude patriótico durante la década infame. Podríamos evocar que la fórmula de la Unión Democrática en 1946 estuvo integrada por dos radicales que siempre parecieron el nombre y el apellido de uno solo: Tamborini-Mosca (de ningún cobarde se hace historia y a veces ni se recuerdan los datos más elementales). Sin esforzarnos demasiado viene enseguida a la memoria que fue otro hijo de la UCR, el inefable diputado Ernesto Sammartino, quien ideó aquello del "aluvión zóológico", o trasladar al presente a millares de radicales gritando Viva la Patria el 16-9-55. O tal vez refrescar la traición del presidente Frondizi: traición a Perón, al peronismo y a toda la Nación, como un formidable antecesor de futuros entreguistas bien desarrollados. También podríamos quitarle la virginidad a Arturo Illia, para decir que no es de buen demócrata (pero sí de oportunista) aceptar una candidatura presidencial con el partido mayoritario proscripto y maniatado. Bueno, Mempo, paciencia que falta poco. Qué decir de Ricardo Balbín. Lo vemos desaforado, inflamado, con pelos hasta en los dientes (pocos gorilas como él) pidiendo a gritos desde su banca que el Congreso declarase la "subversión industrial", tumba de miles de delegados de fábrica. El mismo Chino que le diría tímidamente a Videla, el día del golpe: "no espere que lo aplauda, pero no voy a poner piedras en su camino" ¡Ja! Grandeza radical. A ver, Mempo. Hubo durante el proceso más de 600 embajadores e intendentes radicales (incluídas ciudades chaqueñas). El final es conocido. Raulito y la denuncia de un surrealista golpe militar-sindical como debut antiobrero de su gobierno insípido y descafeinado: dos hiperinflaciones, el oprobio del punto final y la obediencia debida (que hoy, 20 años después, se está reparando com se puede); La Casa está en Orden, el Pacto de Olivos y el raje anticipado, como buen boina blanca que se precie. Nos queda, amigo Mempo, su ex amigo De la Rúa: blindaje, megacanje, inédita reducción de salarios (13% ¿no?), la monumental estafa de la Flexibilización Laboral (como cadete de las cámaras empresarias llevando cheques a senadores corruptos), veinte muertos como tendal y, obviamente, helicóptero. Ah, Murphy y Gordila también tienen la pluma y el martillo en el orillo. Ella, además, como funcionaria judicial de la dictadura sabe bastante de la masacre de Margarita Belén (fue en el Chaco, Giardinelli) En fin... Digo yo, Mempillo. Es lógico que millones de argentinos (¿15, 20?) crean que (I)nodoroCobos es un héroe. Pero no le cabe a usted, como lloriqueó desde la contratapa. Menos mal que el vice le despejó la duda más rápido que temprano y ahora va por el premio mayor, como hidalgamente se reconoce en la nota. El premio mayor para un radical, se sabe, puede ser que un toro castrado lleve su tercer nombre de pila o poder robar con las fotocopias franjamoradas en las Facultades; figurar segundo en la fórmula directiva de una sociedad de fomento o, en el mejor de los casos, ser ovacionado por oligarcas que, hace rato, aprendieron a rosquear con pusilánimes mientras le prenden la cucarda en la solapa y aguantan la carcajada.