Solemos escuchar a legos e ignorantes de todo tipo opinar (negativamente) sobre sindicalismo y sindicalistas. Los más de los opinadores nunca han sido trabajadores en relación de dependencia, ni han concurrido a una asamblea laboral, ni mucho menos han elegido un delegado. Pues bien, de la docencia no se vive, pero se disfruta. Y entonces, para desasnar a más de cuatro, prometo incluir en mi blog algunas perlitas "birladas" a compañeros que saben más que yo. Por ejemplo, Luciano, a quien pueden encontrar en http://www.desiertodeideas.blogspot.com/ Esta la primera de dos breves entregas consecutivas. ///////////////////////////////////////////////////////
La cuestión de la burocracia sindical en el peronismo remite rapidamente a lo esencial de la organización sindical. El peronismo sindical oscila entre el laborismo negociador (dirigencia) y el avance transformador de las bases (trabajadores, comisiones internas); éste es un movimiento combinado, contradictorio, pero durante la historia lo fue de avance; en los tiempos de represión fue el resguardo del trabajador y sus derechos. Aun hoy es así, y las burocracias sindicales (con todos los cuestionamientos que se puedan hacer) garantizan la existencia de ese espacio de organización que, como dijo Roberto Carri en los 60, NO PUEDE SER DESECHADO SIN QUE EXISTA UNA FORMA ORGANIZATIVA SUPERADORA.El movimiento popular no tuvo ni tiene organización superior a la sindical, por ello la mayor resistencia ante las dictaduras (55 y 76), la más eficaz, fue la de los sindicatos. Es espectacular la lucidez con que Rodolfo Walsh analiza este tema en los informes a la conducción de Montoneros en 1976.Con burocracia o sin ella lo que importa es cómo la organización sindical (que incluye a las dirigencias, no es simple basismo) es la que efectiva y realmente salvaguarda los derechos del trabajador.
Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.
viernes, 10 de octubre de 2008
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