Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.

martes, 1 de abril de 2008

OBSCENIDADES

Históricamente, la clase media argentina le pide a la Nación y al pueblo un certificado de blancura. Ante la obvia imposibilidad de conseguirlo, opta -en el mejor de los casos- por permanecer al margen de las luchas populares, y en el peor, por sumarse a la prédica y a los grupos antinacionales, esto es, liberales conservadores (derecha liberal) o liberales progresistas (izquierda liberal). A lo largo del siglo 20 y lo que va del 21 siempre ha tomado partido por el bando equivocado, apoyando, por ejemplo, todos los golpes de Estado que se perpetraron contra gobiernos democráticos, por parte de facciones también liberales de las fuerzas armadas con el inapreciable apoyo y complicidad de esa misma clase media (o clasemierda para definirla con exactitud). Desde sus genes racistas europeos cuestionará toda manifestación de origen popular, "bárbara", diría Sarmiento. Y desde su atalaya izquierdista (socialistas, comunistas, radicales progre) saltará hacia el charco de la antipatria, no sin antes decir que lo hace porque "estamos en contra de la derecha (en realidad ellos forman parte de esa derecha, como idiotas inútiles), pero no podemos marchar junto con los Moyano y los D'Elía". Siempre hay un argumento (casi siempre la falta del certificado de blancura) para que la clase media termine del otro lado del mostrador nacional, donde la recibirán con los brazos abiertos, primero, y luego le patearán el trasero o la harán desaparecer, tras haber pulverizado a las verdaderas clases populares (yrigoyenistas, peronistas, etc.). De una manera u otra sigue confiando en sus propios verdugos. Y así sigue por la vida, en medio de sus recurrentes obscenidades. Y si se trata de hundir el cuchillo en este término, qué mejor que realizar un breve paneo por las actitudes del sector recientemente bautizado "el campo" por la prensa canalla, un muestrario, un cotillón con todos los ingredientes del fascismo que sigue anidando en los sectores medios, ya sean urbanos o rurales. Luego de veinte días tras la pantalla observando cómo los dueños de las tierras que regaló Roca con su millón de asesinatos, ahora en colaboración con pequeños productores (en realidad pequeños explotadores que mantienen en negro al 75 por ciento de los peones rurales o les pagan en blanco 600 pesos mensuales), luego de ese ejercicio de observación casi masoquista, decíamos, quedaron algunas perlas para proponer múltiples candidaturas al Nobel de la más transparente demostración de odio y desprecio por los valores nacionales y populares, en la voz y en las actitudes de aquellos que siempre ganan (más o menos, pero ganan) y que defecan en el país las heces contaminantes que han ingerido desde 1810, de la mano de Rivadavia, Domingo Faustino y Bartolomé, con el pasaporte visado luego por consecuentes seguidores como Aramburu, Rojas, Onganía, Lanusse, Videla, Martínez de Hoz, Alfonsín, Menem, De la Rúa y otros vendepatrias también fallecidos. No son pocos. Ese manual de obscenidades ha recogido durante estos días, para la posteridad y para todos lo hombres de buena voluntad que aun pueblan el suelo argentino, esta breve nómina de enormidades que el grueso de "la gente" vio y oyó por televisión, como para tomar nota y seguir sumando en contra de los partidarios de la colonia y su maldita clase media asociada: 1) Escribieron "Videla volvé". 2) Dijeron, de labios del vicepresidente de la Sociedad Rural (Bialcati) que "una cosa es un piquete blanco, como el nuestro, y otra muy distinta es un piquete de negros". 3) En un mundo que registra millones de personas hambrientas, volcaron leche, arrojaron naranjas, desperdiciaron todo tipo de alimentos. Pues bien, el gobierno podrá dialogar con ellos. Pero Dios no los olvidará tan fácilmente. Como broche, en otra de sus "puebladas" en la esquina de Santa Fe y Callao, los cien que golpean sus cacerolas de oro a favor del olor a bosta de la oligarquía y sus secuaces, en contra del peronismo y en pos de una nueva dictadura, posaron para las cámaras encabezados por un imberbe de 12 años, que alegremente saltaba al compás de la murga paqueta y entreguista, enfundado en una vistosa remera coloreada en el pecho con un irrefutable estampado. ENGLAND, decía...