Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.

martes, 18 de noviembre de 2008

CABEZAS DE ADOQUÍN

Los cuatro comerciantes estaban azorados. No podían creer lo que veían. Una expeditiva piqueta de albañiles municipales estaba desmontando en sus narices de frentistas cuatro veredas intactas, cargando los baldosones en camiones ad hoc y se disponían a iniciar “el trabajo”, cuando uno de esos comerciantes preguntó: ¿pero qué es lo que están haciendo? Socarronamente, uno de los albañiles contestó: “Lo que dice el cartel amarillo (presidía la operación). Estamos ‘haciendo Buenos Aires’.” Y se rió con la complicidad del resto.

Pasé dos días después por esa esquina de Balvanera: Ayacucho y Bartolito, y la intervención de cirujía mayor ya había sido completada. Ahora, donde antes estaban las intactas baldosas, había una superficie de cemento arrugado, es decir, lo que antaño (antes de Mauricio) iba debajo de las baldosas.

Consulté a varios amigos, desconocidos entre sí, y me dijeron que el material que se desguaza, la Municipalidad lo vende a buen precio, sobre todo si no está roto, que también lo hay y es más barato. El desguace de aceras lo están efectuando en tiempo record (tres turnos) en todos los barrios al sur de la avenida Rivadavia (¿qué esperaban?). Ni uno solo en Palermo, Belgrano, etc.
Uno de mis amigos me comentó algo peor (que días después comenzó a circular como reguero): “Macri está vendiendo los adoquines a Europa, por eso su urgencia para extirpar esas centenarias piedras (2kg y medio c/u) en el barrio de San Telmo, declarado patrimonio histórico. Un fallo judicial de apuro le impide proseguir con la violación y el ¿latrocinio?, pero volvió a la carga en todos los barrios cuyas calles aun conservan adoquines. Se los lleva, tira tres tachos de brea y dice que eso es asfalto, así como el cemento arrugado de las aceras ahora es “baldosa virtual”.

En una palabra, qué opinará ahora el 60% que votó a Macri, como dos de esos comerciantes que cité al principio (lo reconocieron) y ahora el muchacho no sólo les sube el ABL un 200%, también destroza la salud en los hospitales, destroza la educación pública, mientras terceriza y hace caja con cualquier cosa. Ni los tacheros lo pueden creer, pero se cuidan de abrir la boca. Es demasiado pronto para trocar al ex Cardenal Newman en un mal parido, después de haberlo adulado sin argumentos.

En los medios no sale nada de esto. Apenas la carpa de los maestros porteños, que antes estaban en el 3º puesto que mide salarios en el país, y ahora -con Mauri- bajaron al 15º. Poco y nada se dice del Garrahan, donde ya no hay ni comida para los chicos internados. Los trabajadores están con su protesta en la calle, pero los medios tampoco los ven.
Ahora el intendente va por el impuesto del 0,6% a las compras con tarjeta de crédito, una verdadera exacción, que parece que la clase media repudiará un poquito más, mientras limpia la cacerola para protestar contra la inseguridad.

Macri, el que iba a construir diez kilómetros de subte por año. Ese mismo. No construyó ni un centímetro y se le cumplen ya los doce meses. Además, en el colmo de la hipocresía, ni siquiera terminó las obras iniciadas en las administraciones anteriores (hay cinco estaciones, con riel, tendido eléctrico y la obra concretada) pero se niega a cortar la cinta. La respuesta (muda) es que los subtes le sacan pasajeros a los colectivos. Y en Buenos Aires, lo sabe un lactante, todos los colectivos son de los testaferros de Mauricio.

Ahora vino por las baldosas y los adoquines, los de piedra, digo, porque los del 60% ya los tiene. Es PROducto de la época. Esto se llama gestión, como dice Michetti, la señora del Opus Dei que faltó a 40 de las últimas 43 sesiones de la Legislatura.

En mi barrio se llama choreo
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