Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.

martes, 30 de septiembre de 2008

Y POR SUPUESTO, ODIA A CRISTINA

Este texto pertenece a Eva Row. Pueden leer más, de similar calidad, en su refugio de www.lacosaylacausa.blogspot.com

Durante el primer Gobierno de Perón la industria creciente y toda actividad que reclutara asalariados, se vió forzada a repartir sus ganancias con la clase proletaria gracias a la sindicalización y las leyes de protección social. No fueron los obreros de fábrica los que ascendieron a la clase media. Ellos terminaron sus días en la casita del conurbano, comiendo verdura de una huertita plantada en lo que se llamaba “el fondo” , en el que no faltaba el gallinero que proveía pollos y huevos. Algunos sobreviven, como don Ayala, que se vino del Chaco a los dieciséis años en el 48 y fue obrero toda la vida. Fundó una familia de seis hijos, y hoy viudo sigue en la misma casita con una linda jubilación, y un kiosco abierto del comedor a la calle, como para no aburrirse ni llorar porque extraña el mate que le cebaba la vieja.Los que hicieron la clase media fueron los que salieron de mucamos y porteros, a ponerse el almacén. Fueron los que pasaron de ser artesanos por cuenta propia o “dependientes”, a organizar sus talleres propios y establecer comercios de todos los ramos.Esta clase media fue posible porque creció el salario del obrero durante el Peronismo. Todos, obreros, asalariados e independientes, podían comprarse la casa. El obrero, un terreno a plazos con hipoteca del Banco Hipotecario en el conurbano, se levantaba las paredes el fin de semana. El comerciante y tallerista, en las ciudades, gracias a la Ley de Propiedad Horizontal sancionada despuès de una dolorosa prórroga de la Ley de Alguileres que decidió “voluntariamente” a los propietarios de edificios de renta, a desprenderse de los departamentos por los cuales estaban cobrando “chauchas”. Así, con mucha ayuda del Estado Peronista, se conformó una clase obrera con beneficios y asistencia pública, y una clase media cuentapropista, laburando unos y otros como burros.Los hijos de cada clase tomaban rumbos diferentes, unos profesionales que culturalmente aspiraban a los códigos sociales del salón oligárquico impuestos en las películas de Artistas Argentinos Asociados, Argentina Sono Film, etc. Otros siguiendo el camino paterno de obrero de fábrica o talleristas mecánicos, o profesiones libres como albañil, plomero, electricista, panadero o modista de barrio. Pero todos estaban bien. Todos trabajaban sin tregua. Todos eran más o menos laburantes de la vida y se podían dar algunos gustos y vivir tranquilos. En esos años gloriosos, los obreros entendieron lo que les diò el Peronismo, pero los otros no lo entendieron nunca. A unos los protegìan las leyes del Estado que cuidaban el salario, a los otros los criaba el mercado que les parecía generado por obra del “espìritu santo”, sin traslucir que el mercado había sido creado gracias a las leyes que protegìan al asalariado. ¿Qué podía entender esa clase media devenida ayer de los barcos de la miseria europea, algunos de los cuales eran semi·analfabetos que aprendían a hablar castellano? Claro que eran buena gente y laburadora, pero el Peronismo les era ajeno, y encima le echaba la culpa del “aggio y la especulación” cuando los tanos levantaban el precio de la verdura en el mercado Spinetto, y venía un inspector a clausurarle el puesto con las cámaras del Noticiario Argentino que escrachaba al pobre tano en la función de cine de barrio, todos los dìas durante un mes. Un tano de mi barrio no quiso salir a la calle de la verguenza todo ese mes. El hijo tiene hoy una verdulerìa en un local que le compró el papá, un departamento de tres ambientes y una 4×4, y por supuesto, odia a Cristina.

3 comentarios:

Eva Row dijo...

¡Qué honor Enrique! ¡Qué sorpresa!(Me parece que agarraste el texto que después corregí) Un abrazo.

Anónimo dijo...

didáctico pasaje
nos barrió el capitalismo y el pensamiento único
el pensamiento crítico enterrado
la conciencia de que se forma parte de

Luciano dijo...

Enrique: Me mando en este posteo para felicitarte por lo que estás publicando en ArtePolitica últimamente. El de Binner y el de la clase media están muy buenos , y tus respuestas a los comentaristas pegan justo; a muchos les falta lectura de los pensadores nacionales, pero a vos se ve que te sobra.
Felicitaciones