Estas líneas persiguen el sincero propósito de demostrar la vigencia de lo que alguna vez (no sin polémicas ni dolores de cabeza para él) afirmó Umberto Eco en uno de sus tantos mini-ensayos distribuídos por el mundo. Dijo allí que un niño de seis años que considere “basura” a otro de su misma edad, sólo porque el color de piel o la condición social de éste es diferente de la suya “no tiene remedio, siempre será racista”. Agregó que lo que se aprende en el hogar, no lo modifica ni la escuela, ni las campañas de concientización, ”ni mucho menos las leyes”. El fútbol es un ineludible escenario argentino, para cualquier asunto, para cualquier contrapunto. Entonces, vale subírsele a los hombros para encarar (también) desde allí una aproximación al tema del racismo.
Hace unos años, la Asociación del Fútbol Argentino, ante reiterados pedidos del Club Atlético Atlanta, cuyos dirigentes (aunque no sus hinchas) son desde hace tiempo mayoritariamiente judíos, resolvió a través de su comité ejecutivo tomar cartas en el asunto. Para ilustrar, transcribo aquí una nota aparecida en Clarín el 6 de junio de 2000, firmada por Guillermo Tagliaferri, y después (vale la pena seguir hasta el final) les cuento cómo continuó el tema: Decía Clarín:
‘Hacer lo correcto, muchas veces resalta. Por falta de costumbre o por considerar normal lo anormal. Un ejemplo fue la decisión del árbitro Ricardo Sugliani, quien reconoce: “Hice lo que correspondía”.
Sugliani —nacido el 3 de mayo de 1958, en Vicente López y con 15 años en el arbitraje— repite su historia trascendente: “Iban veintiocho minutos del partido entre Talleres de Remedios de Escalada y Atlanta, cuando los hinchas locales empezaron con cánticos antisemitas. ¿Cuáles? ”Judíos h… de p…” Me di cuenta y estando el balón detenido, llamé a los capitanes y al jefe del operativo. Les expliqué que si los hinchas seguían con ese coro discriminatorio y agraviante, suspendía el partido. Lo anunciaron por los altoparlantes y el capitán y el técnico de Talleres se acercaron al alambrado para pedir a los hinchas que depusieran su actitud”.
Agrega que “entonces se acabaron esos cantos y el partido continuó desarrollándose normalmente hasta el final. Noté que los hinchas locales pasaron a manifestarse violentamente contra mí cada vez que cobraba alguna infracción. Pero los gritos contra la colectividad judía se acallaron. Eso sí, resurgieron apenas terminó el partido, cuando ya era imposible suspenderlo. Todo quedó registrado en mi informe”.
—¿Hubiese suspendido definitivamente el partido si seguían los cantos?
—Sí. Mi decisión estaba tomada: de ninguna manera iba a seguir jugando si no cesaban esas agresiones. Respeté la resolución del Comité Ejecutivo de la AFA publicada en el boletín oficial número 3100 del 21 de marzo pasado. Si hubiesen cantado ”Bohemio, h… de p…”, no hubiese hecho nada. Pero entraron en un tema doloroso, con cosas muy graves que ocurrieron en el pasado y que incluyeron la muerte de muchas personas por el sólo hecho de pertenecer a la comunidad judía.
Sugliani, durante la entrevista con Clarín en la sede de la Asociación Argentina de Árbitros, enfatiza: “Formo parte de la comisión directiva de esta Asociación y desde que asumimos encaramos una lucha constante para terminar con todo tipo de discriminación”.
De su puntapié inicial en esta campaña, dice: “Simplemente espero que con este pequeño granito de arena la gente recapacite y no insista con esta forma de generar violencia. La picardía de la tribuna se puede expresar de otras maneras”.
— El domingo hubo cantos discriminatorios de los hinchas argentinos contra Bolivia. ¿Hubiese suspendido ese partido?
—Es díficil suspender un partido de eliminatorias. Es cierto, hubo referencias despectivas hacia los bolivianos. Pero sólo soy responsable y opino de los partidos que dirijo. Y el sábado hice lo correcto.
Hasta aquí, la primera parte. Pocos días después, el 18 de junio del mismo año 2000, el mismo árbitro Sugliani debió suspender, esta vez definitivamente, un partido entre Flandria y Defensores de Belgrano, porque los hinchas de éste último equipo no cesaron de entonar sus cánticos antisemitas. Pero, ¿contra quién cantaban, si Atlanta no jugaba allí? Quedó claro que encontraron la manera de suspender un partido, por ejemplo cuando el equipo propio va perdiendo 7 a 0. Un par de “judíos hijos de puta”, y ahí va el referí de Grondona a suspender el encuentro. Un verdadero dislate, que prueba en principio que el racismo no se puede suspender por decreto ni por ley, y que en este caso sirve además para que los racistas le tomen el pelo a las instituciones.
El último capítulo de este mamarracho volvió a protagonizarlo la misma hinchada de Defensores de Belgrano, esta vez sí, en un partido contra Atlanta, cuyo equipo fue recibido bajo una lluvia de pequeños jabones, cuyo significado no necesita demasiadas explicaciones. El árbitro de ese partido, un tal Derevnin, no aplicó el reglamento, nunca se supo si porque no se dio cuenta de lo que ocurría o porque consideró válido lo que intentamos demostrar más arriba, esto es, que así no se arreglan las cosas. Lo más trágico del asunto, es que los hinchas de Defensores tiraban los jabones desde una tribuna de su estadio bautizada -como homenaje- con el nombre de un colega de tablón desaparecido durante la última dictadura, un tal Marquitos, que no fue otro que el hijo del recordado actor Marcos Zucker, ambos judíos, para más datos. Como se ve, la quintaesencia de la estupidez.
Para el final, el actual presidente de Atlanta, el joven abogado Alejandro Korz, es una de las personas más conocidas por el personal del INADI, ya que presenta por lo menos una denuncia mensual contra el antisemitismo de las hinchadas de los equipos que se enfrentan regularmente con Atlanta por el torneo de Primera B. Su suerte es diversa pero tiene prensa. El que no la tiene es alguien que le sugirió varias veces que cambiara de estrategia (por aquello de que la citada resolución 3100 de AFA siempre fue tomada para el churrete). Esa misma persona lo puso en autos de algo más serio, al preguntarle qué pasaría si los dirigentes de los otros clubes que se miden con Atlanta, presentasen semanalmente una denuncia contra ese club, cuyos hinchas (judíos o no) atacan o se defienden cantando contra “villeros, negros de mierda, etc.). Ocurre aquí que -parece ser- la Argentina ha hecho carne que el antisemitismo es discriminación, y bienvenido que se haya tomado nota, aunque no al precio de dar por terminado el entuerto obviando todas las demás expresiones agraviantes dirigidas contra personas o instituciones.
No por nada, Luis D’Elía está procesado por golpear a un señor que lo insultaba con el clásico “negro de…”, sin que esta persona haya sido denunciada por ningún testigo de sus improperios. Ni qué hablar del amigo Biolcati, el vicepresidente de la Sociedad Rural Argentina, que repitió por lo menos tres veces en una semana (ante las cámaras de la cadena televisiva privada de la soja) que el reclamo de los patrones del agro se manifestaba en piquetes constituídos por gente blanca. Leí crónicas y escuché comentarios radiales y televisivos sobre las declaraciones de Biolcati. En ningún caso mencionaron el detalle “ario” citado por el dirigente. Algunos de esos comentarios fueron suscriptos por periodistas archiconocidos en el medio por sus simpatías hacia Atlanta, contentísimos con la denodada cruzada del presidente Korz, y -como mínimo- tan ingenuos como el árbitro Sugliani.
Eco sigue teniendo la razón. Lamentablemente.
Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.
martes, 23 de septiembre de 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Presentaste muy bien el problema y los inconvenientes que tiene resolverlo. Y estoy de acuerdo que el racismo no se cambia de un día para el otro. Sin embargo la lucha cultural debe darse en la escuela. Los chicos aprenden en la escuela que no hay que discriminar. Tal vez la generación próxima termine con esos cantos agresivos. Alguna vez se tiene que terminar. Lo que no sirve es suspender el partido por eso, ya vemos que hacerlo regala una herramienta a quienes quieran que se suspenda porque están perdiendo.
Publicar un comentario