Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.

sábado, 24 de enero de 2009

AY, OBAMA

No espero nada de Obama ni de ningún presidente de Estados Unidos. Que quede claro. Pero escucho sus palabras y trato de comprender sus omisiones.

De su discurso inaugural me quedé con esta frase:

“Seguimos siendo el país próspero y el más poderoso”.

Vaya a saber qué entiende Obama por prosperidad, pero la etimología (socialpolítica) exacta (igualdad más educación) se desarrolla bastante lejos del Bronx. Acaso en el norte de Europa. No creo que esto sea discutible, realmente.

Y en cuanto al “más poderoso”, creí entender que se refirió al poder de destrucción militar que innegabemente posee EE.UU. Pero no es más poderoso el que aprieta el botón del baño, si él también será arrastrado por la corriente hacia el desagüe.

Tal vez Obama no sepa que hoy el país poderoso de la Tierra ni siquiera tiene necesidad de mencionarlo; no está en guerra y podría ganarlas todas (como las gana EE.UU), pero no le hace falta porque su paciencia es infinita. Verá pasar el cadáver de muchos bravucones todavía, blancos y negros, acaso hispanos, antes de inundarles los mercados, competir legal e ilegalmente en el comercio y, cuando se cuadre, empujarlos de la escena con un soplido que rememore a los Césares “invencibles”.

Un viejo refrán que Obama no conoce dice que “los guapos se terminaron el día que se inventó la pólvora”.

Pues bien: la pólvora fue inventada por los chinos hace 1.200 años.

De las omisiones de Obama, me quedo con la más notoria. Perdió para siempre la oportunidad de hacer una autocrítica en nombre de su país, así como Juan Pablo II alguna vez bajó del pedestal y pidió perdón por todas las tropelías cometidas por la Iglesia Católica a lo largo de la Historia (Inquisición, Cruzadas, evangelización violenta, colaboracionismo, etc.) Nos guste o no, lo hizo. Acaso no haya alcanzado. Está bien.

Qué le hubiera costado a Obama inclinar un poco la frente para hacer un mea culpa por los millares de asesinatos cometidos en guerra y sin guerra por soldados, agentes, espías, cómplices, asalariados y demás favorecedores yanquis en América Latina. Una mínima disculpa por haber condenado al hambre a poblaciones enteras, por masacrar aldeas, hospitales, edificios de la Cruz Roja, jardines de infantes y guarderías en el Oriente. Un módico perdón por secuestrar y torturar ciudadanos fuera de sus fronteras, por bloquear a Cuba durante casi medio siglo, por inventar a Pinochet y a Videla, por contratar a científicos nazis, por permitir el desguace palestino, por robarle a millones de trabajadores en todo el mundo, a través de una planificada ingeniería económica. Por arrasar a un país en busca de inexistentes armas de destrucción masiva.

Me fui a la mierda.

Dije que no esperaba nada. Y no espero nada.

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