Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.

martes, 30 de septiembre de 2008

Y POR SUPUESTO, ODIA A CRISTINA

Este texto pertenece a Eva Row. Pueden leer más, de similar calidad, en su refugio de www.lacosaylacausa.blogspot.com

Durante el primer Gobierno de Perón la industria creciente y toda actividad que reclutara asalariados, se vió forzada a repartir sus ganancias con la clase proletaria gracias a la sindicalización y las leyes de protección social. No fueron los obreros de fábrica los que ascendieron a la clase media. Ellos terminaron sus días en la casita del conurbano, comiendo verdura de una huertita plantada en lo que se llamaba “el fondo” , en el que no faltaba el gallinero que proveía pollos y huevos. Algunos sobreviven, como don Ayala, que se vino del Chaco a los dieciséis años en el 48 y fue obrero toda la vida. Fundó una familia de seis hijos, y hoy viudo sigue en la misma casita con una linda jubilación, y un kiosco abierto del comedor a la calle, como para no aburrirse ni llorar porque extraña el mate que le cebaba la vieja.Los que hicieron la clase media fueron los que salieron de mucamos y porteros, a ponerse el almacén. Fueron los que pasaron de ser artesanos por cuenta propia o “dependientes”, a organizar sus talleres propios y establecer comercios de todos los ramos.Esta clase media fue posible porque creció el salario del obrero durante el Peronismo. Todos, obreros, asalariados e independientes, podían comprarse la casa. El obrero, un terreno a plazos con hipoteca del Banco Hipotecario en el conurbano, se levantaba las paredes el fin de semana. El comerciante y tallerista, en las ciudades, gracias a la Ley de Propiedad Horizontal sancionada despuès de una dolorosa prórroga de la Ley de Alguileres que decidió “voluntariamente” a los propietarios de edificios de renta, a desprenderse de los departamentos por los cuales estaban cobrando “chauchas”. Así, con mucha ayuda del Estado Peronista, se conformó una clase obrera con beneficios y asistencia pública, y una clase media cuentapropista, laburando unos y otros como burros.Los hijos de cada clase tomaban rumbos diferentes, unos profesionales que culturalmente aspiraban a los códigos sociales del salón oligárquico impuestos en las películas de Artistas Argentinos Asociados, Argentina Sono Film, etc. Otros siguiendo el camino paterno de obrero de fábrica o talleristas mecánicos, o profesiones libres como albañil, plomero, electricista, panadero o modista de barrio. Pero todos estaban bien. Todos trabajaban sin tregua. Todos eran más o menos laburantes de la vida y se podían dar algunos gustos y vivir tranquilos. En esos años gloriosos, los obreros entendieron lo que les diò el Peronismo, pero los otros no lo entendieron nunca. A unos los protegìan las leyes del Estado que cuidaban el salario, a los otros los criaba el mercado que les parecía generado por obra del “espìritu santo”, sin traslucir que el mercado había sido creado gracias a las leyes que protegìan al asalariado. ¿Qué podía entender esa clase media devenida ayer de los barcos de la miseria europea, algunos de los cuales eran semi·analfabetos que aprendían a hablar castellano? Claro que eran buena gente y laburadora, pero el Peronismo les era ajeno, y encima le echaba la culpa del “aggio y la especulación” cuando los tanos levantaban el precio de la verdura en el mercado Spinetto, y venía un inspector a clausurarle el puesto con las cámaras del Noticiario Argentino que escrachaba al pobre tano en la función de cine de barrio, todos los dìas durante un mes. Un tano de mi barrio no quiso salir a la calle de la verguenza todo ese mes. El hijo tiene hoy una verdulerìa en un local que le compró el papá, un departamento de tres ambientes y una 4×4, y por supuesto, odia a Cristina.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

DEL MONO GATICA, AL GORILA ELIASCHEV

El periodismo escrito de hoy es mayoritariamente ilegible por cuestiones sintácticas y/u ortográficas. En una proporción minoritaria existen buenas plumas como Pepito Eliaschev, quien lamentablemente padece, desde hace un año aproximadamente, una enfermedad acaso congénita, que permanecía latente en su organismo. Ese mal despertó el día que alguien autorizado le comunicó que en la fecha previsible del vencimiento de su contrato laboral con una emisora de radio pública (de las que pagamos todos) ese vínculo no sería renovado. Esto es, una facultad que TODOS los contratistas tienen en el mundo y desde siempre, lo que obviamente no da derecho al pataleo ni a una acción judicial, dado que las partes han respetado todos los términos del contrato pactados en el inicio de la relación entre ambas. La enfermedad de Eliaschev es una rara mezcla de voracidad material con gorilismo salvaje. De todos modos, en este simpático bienpensante de clase media, lo que priva es el primer término de la ecuación. Porque Pepe, a favor del impresionante bolonqui que armó con el meneo de su “despido”(¿?) bien recogido y reproducido por la cadena nacional privada sojera (es decir, el 90% de los medios) consiguió, no uno, sino 20 conchabos laborales mejores que aquel que lo unía con la precaria radio Nacional. A eso apuntó Eliaschev, a cargar su cuenta bancaria a caballo de un sofisma, esto es: transformar la normal caducidad de un contrato en una patada en el culo por cuestiones ideológicas. No pensó ni dijo que esa radio pública le bancó durante cuatro años que usara el micrófono oficial para agredir al gobierno ¿Qué esperaba, una medalla de oro? Sin embargo, está dicho, no lo echaron. Aguardaron a que el contrato muriese -ya que no el contratado, pese a su enfermedad-. Ahora Pepe da rienda suelta a su gorilismo impecable (es cierto) en diarios, radios, canales de televisión, Perfil, conferencias pagas, almuerzos con Mirtha, fotos con Cobos, autógrafos con Buonanotte. Todo le sirve para sumar a este mercachiflecagatintas, siempre escuchado por un público políticamente correcto: billetera gruesa, zapatitos blancos, poco coco nacional. Pese a nuestros invariables e irreversibles disensos, le deseamos a Pepito un pronto restablecimiento porque, como decía mi abuela, las mortajas no tienen bolsillos. Y todavía hay tantas radios, tantos diarios, tanta TV para llenar el tanque de la codicia, y nada menos que haciendo lo que mejor uno sabe: falsear o construir la realidad, a favor de los dueños de la guita, que siempre son generosos con soldados como Eliaschev, quien además escribe bien. No es poco. Podríamos decir que es demasiado.

martes, 23 de septiembre de 2008

EL RACISMO NO SE MANCHA

Estas líneas persiguen el sincero propósito de demostrar la vigencia de lo que alguna vez (no sin polémicas ni dolores de cabeza para él) afirmó Umberto Eco en uno de sus tantos mini-ensayos distribuídos por el mundo. Dijo allí que un niño de seis años que considere “basura” a otro de su misma edad, sólo porque el color de piel o la condición social de éste es diferente de la suya “no tiene remedio, siempre será racista”. Agregó que lo que se aprende en el hogar, no lo modifica ni la escuela, ni las campañas de concientización, ”ni mucho menos las leyes”. El fútbol es un ineludible escenario argentino, para cualquier asunto, para cualquier contrapunto. Entonces, vale subírsele a los hombros para encarar (también) desde allí una aproximación al tema del racismo.
Hace unos años, la Asociación del Fútbol Argentino, ante reiterados pedidos del Club Atlético Atlanta, cuyos dirigentes (aunque no sus hinchas) son desde hace tiempo mayoritariamiente judíos, resolvió a través de su comité ejecutivo tomar cartas en el asunto. Para ilustrar, transcribo aquí una nota aparecida en Clarín el 6 de junio de 2000, firmada por Guillermo Tagliaferri, y después (vale la pena seguir hasta el final) les cuento cómo continuó el tema: Decía Clarín:
‘Hacer lo correcto, muchas veces resalta. Por falta de costumbre o por considerar normal lo anormal. Un ejemplo fue la decisión del árbitro Ricardo Sugliani, quien reconoce: “Hice lo que correspondía”.
Sugliani —nacido el 3 de mayo de 1958, en Vicente López y con 15 años en el arbitraje— repite su historia trascendente: “Iban veintiocho minutos del partido entre Talleres de Remedios de Escalada y Atlanta, cuando los hinchas locales empezaron con cánticos antisemitas. ¿Cuáles? ”Judíos h… de p…” Me di cuenta y estando el balón detenido, llamé a los capitanes y al jefe del operativo. Les expliqué que si los hinchas seguían con ese coro discriminatorio y agraviante, suspendía el partido. Lo anunciaron por los altoparlantes y el capitán y el técnico de Talleres se acercaron al alambrado para pedir a los hinchas que depusieran su actitud”.
Agrega que “entonces se acabaron esos cantos y el partido continuó desarrollándose normalmente hasta el final. Noté que los hinchas locales pasaron a manifestarse violentamente contra mí cada vez que cobraba alguna infracción. Pero los gritos contra la colectividad judía se acallaron. Eso sí, resurgieron apenas terminó el partido, cuando ya era imposible suspenderlo. Todo quedó registrado en mi informe”.
—¿Hubiese suspendido definitivamente el partido si seguían los cantos?
—Sí. Mi decisión estaba tomada: de ninguna manera iba a seguir jugando si no cesaban esas agresiones. Respeté la resolución del Comité Ejecutivo de la AFA publicada en el boletín oficial número 3100 del 21 de marzo pasado. Si hubiesen cantado ”Bohemio, h… de p…”, no hubiese hecho nada. Pero entraron en un tema doloroso, con cosas muy graves que ocurrieron en el pasado y que incluyeron la muerte de muchas personas por el sólo hecho de pertenecer a la comunidad judía.
Sugliani, durante la entrevista con Clarín en la sede de la Asociación Argentina de Árbitros, enfatiza: “Formo parte de la comisión directiva de esta Asociación y desde que asumimos encaramos una lucha constante para terminar con todo tipo de discriminación”.
De su puntapié inicial en esta campaña, dice: “Simplemente espero que con este pequeño granito de arena la gente recapacite y no insista con esta forma de generar violencia. La picardía de la tribuna se puede expresar de otras maneras”.
— El domingo hubo cantos discriminatorios de los hinchas argentinos contra Bolivia. ¿Hubiese suspendido ese partido?
—Es díficil suspender un partido de eliminatorias. Es cierto, hubo referencias despectivas hacia los bolivianos. Pero sólo soy responsable y opino de los partidos que dirijo. Y el sábado hice lo correcto.
Hasta aquí, la primera parte. Pocos días después, el 18 de junio del mismo año 2000, el mismo árbitro Sugliani debió suspender, esta vez definitivamente, un partido entre Flandria y Defensores de Belgrano, porque los hinchas de éste último equipo no cesaron de entonar sus cánticos antisemitas. Pero, ¿contra quién cantaban, si Atlanta no jugaba allí? Quedó claro que encontraron la manera de suspender un partido, por ejemplo cuando el equipo propio va perdiendo 7 a 0. Un par de “judíos hijos de puta”, y ahí va el referí de Grondona a suspender el encuentro. Un verdadero dislate, que prueba en principio que el racismo no se puede suspender por decreto ni por ley, y que en este caso sirve además para que los racistas le tomen el pelo a las instituciones.
El último capítulo de este mamarracho volvió a protagonizarlo la misma hinchada de Defensores de Belgrano, esta vez sí, en un partido contra Atlanta, cuyo equipo fue recibido bajo una lluvia de pequeños jabones, cuyo significado no necesita demasiadas explicaciones. El árbitro de ese partido, un tal Derevnin, no aplicó el reglamento, nunca se supo si porque no se dio cuenta de lo que ocurría o porque consideró válido lo que intentamos demostrar más arriba, esto es, que así no se arreglan las cosas. Lo más trágico del asunto, es que los hinchas de Defensores tiraban los jabones desde una tribuna de su estadio bautizada -como homenaje- con el nombre de un colega de tablón desaparecido durante la última dictadura, un tal Marquitos, que no fue otro que el hijo del recordado actor Marcos Zucker, ambos judíos, para más datos. Como se ve, la quintaesencia de la estupidez.
Para el final, el actual presidente de Atlanta, el joven abogado Alejandro Korz, es una de las personas más conocidas por el personal del INADI, ya que presenta por lo menos una denuncia mensual contra el antisemitismo de las hinchadas de los equipos que se enfrentan regularmente con Atlanta por el torneo de Primera B. Su suerte es diversa pero tiene prensa. El que no la tiene es alguien que le sugirió varias veces que cambiara de estrategia (por aquello de que la citada resolución 3100 de AFA siempre fue tomada para el churrete). Esa misma persona lo puso en autos de algo más serio, al preguntarle qué pasaría si los dirigentes de los otros clubes que se miden con Atlanta, presentasen semanalmente una denuncia contra ese club, cuyos hinchas (judíos o no) atacan o se defienden cantando contra “villeros, negros de mierda, etc.). Ocurre aquí que -parece ser- la Argentina ha hecho carne que el antisemitismo es discriminación, y bienvenido que se haya tomado nota, aunque no al precio de dar por terminado el entuerto obviando todas las demás expresiones agraviantes dirigidas contra personas o instituciones.
No por nada, Luis D’Elía está procesado por golpear a un señor que lo insultaba con el clásico “negro de…”, sin que esta persona haya sido denunciada por ningún testigo de sus improperios. Ni qué hablar del amigo Biolcati, el vicepresidente de la Sociedad Rural Argentina, que repitió por lo menos tres veces en una semana (ante las cámaras de la cadena televisiva privada de la soja) que el reclamo de los patrones del agro se manifestaba en piquetes constituídos por gente blanca. Leí crónicas y escuché comentarios radiales y televisivos sobre las declaraciones de Biolcati. En ningún caso mencionaron el detalle “ario” citado por el dirigente. Algunos de esos comentarios fueron suscriptos por periodistas archiconocidos en el medio por sus simpatías hacia Atlanta, contentísimos con la denodada cruzada del presidente Korz, y -como mínimo- tan ingenuos como el árbitro Sugliani.
Eco sigue teniendo la razón. Lamentablemente.

sábado, 13 de septiembre de 2008

EL DÍA DEL BOXEADOR

Mañana, en la Argentina, se celebrará el DÍA DEL BOXEADOR, en conmemoración de la primera pelea de un compatriota por un título mundial profesional. Luis Angel Firpo, de él se trata, combatió en aquella ocasión con el campeón pesado estadounidense Jack Dempsey en el Polo Grounds de Nueva York. Tiró del ring a su rival en el primer asalto y luego perdió por nocaut en el segundo, de un choque que hubiese tenido otro rumbo con las reglas que rigen el pugilismo actualmente. Dempsey fue ayudado a volver al cuadrado y, lejos de ir hacia un rincón neutral -como se obliga ahora- impidió que Firpo se recuperase luego de cada una de sus siete caídas, golpeándolo antes de recobrar la vertical. Es historia. Fue el 14 de septiembre de 1923. Lo bueno es que allí comenzó 'otra' historia, la del boxeo nacional, que entre otros logros le dió al país 25 medallas olímpicas, 7 de oro (mucho más que el resto de los deportes) y que más tarde inscribió una treintena de apellidos como campeones profesionales, a cual más distinguido. Hoy, de todos modos, es importante decir que subsisten algunos mitos con respecto a esta actividad, que merecen ser derribados con un puñado de frases, como éstas:
"Para triunfar en el boxeo se necesitan tres cosas. Primero hambre, segundo hambre y tercero hambre". (Jack Dempsey).
"El boxeador es el muchacho que reparte barras de hielo subiendo cinco pisos por escalera. El trabajo del manager es cuidarle el carrito en la puerta de calle". (Joe Louis, campeón mundial pesado, como Dempsey).
"De hecho, me enamoré de los movimientos audaces de los boxeadores; del aroma salvaje del peligro; de los guantes coloridos, símbolos del poder. Me enamoré del boxeo". (Marvin Hagler, campeón mundial mediano).
"El boxeo es una primitiva forma de arte, tan primitiva como el nacimiento, la muerte o el amor erótico. Las experiencias más profundas de nuestra vida son acontecimientos físicos, aunque nos consideramos, y seguramente somos, seres esencialmente espirituales". (Joyce Carol Oates, escritora estadounidense).
Y cerramos con otra frase para derribar mitos: TODOS LOS BOXEADORES NACEN POBRES. (Algunos continúan y terminan pobres. Otros llegan a ricos y terminan pobres. Pero hay muchos que después del ring viven dignamente y mueren de ese modo).
El lugar común que deposita a los pugilistas en el fondo del tarro social es otro insoportable prejuicio de la clase media, siempre atenta para lamer botas de poderosos, parada en los hombros de los más débiles. Fue, es y será así. También en la Argentina, donde mañana volverá a festejarse el Día de un modesto trabajador, deportista o no. Esta disyuntiva es un mero entretenimiento para personas que jamás polemizarían acerca de la esencia del oficio de albañil, minero, aviador o policía, y mucho menos reclamarían la abolición de esos oficios, dado que necesitan de ellos para vivir sin sobresaltos. Es decir, todo lo contrario de lo que significa calzarse los guantes para pelear por una vida que valga la pena.

jueves, 11 de septiembre de 2008

(SET-11) IMPRESIONES EN COLOR

De pronto, la breve y grasienta pantalla dominada por el cielo azul de Manhattan, toma el color de la pared en el vencido bar que le sirve de soporte. En un segundo, la polvareda sale del cuadro y cubre de blanco helado los campos de Malvinas, los ojos asombrados de ochocientos cadáveres argentinos. Enseguida es morada y violeta sobre el amarillo de cien mil rostros y sobre el ya nunca verde de las plantas en Hiroshima. A un paso, revienta de naranja y de napalm encima de millones de vietnamitas que corren desnudos por la carretera. Ahora es gris interminable bajo las tribunas del estadio nacional de Santiago de Chile, mientras las rojas manos de un cantante son presa del serrucho y luego contenido de un balde. Finalmente, es negra como la milenaria noche de la suerte palestina. El cículo se cierra frente a la vieja ceguera de la memoria. Al abrirse, el cielo azul de Manhattan sigue gobernando la pantalla de tv. Y estamos de duelo, nos dice -en sobreimpreso- el presidente De la Rúa.

SARMIENTO RACISTA

Se conmemora hoy el 120º aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, presidente, político, escritor, educador e injusto propietario del podio eterno entre los próceres de nuestra historia oficial, compartiendo medalla y toneladas de bronce liberal junto con Bartolomé Mitre, el padre de esa misma historia unidireccional que supimos conseguir y padecer.
Sarmiento fue un racista.
Y ese calificativo no lo niegan ni sus apologistas. Lo que hacen desde siempre es batir el parche con aquello de que “no hay que sacar de contexto histórico, geográfico y político a los hombres y a los hechos de esa misma historia”. Poco convincente, para mi gusto. Tampoco, entonces, habría que sacarlo a Hitler, quien obviamente tiene menos prensa que el autor de ese maravilloso libro que es “Facundo”. Porque Sarmiento fue un enorme escritor, de eso no hay duda. Pero fue un racista.
La innumerable bibliografía que contiene frases, escritos, discursos y artículos periodísticos donde Sarmiento dio rienda suelta a su odio ancestral hacia todo lo que fuese autóctono (la barbarie), cierto que escasamente incluída en las universidades argentinas y jamás citada en las escuelas primarias y medias, es inversamente proporcional a la difusión de la también innumerable biblioteca que trata de justificar las barbaridades que Sarmiento pronunció o llevó a la práctica en defensa de la “civilización”, esto es, nada que no fuera inglés o estadounidense, como contracara de cualquiera cosa (hombres y cosas) que surgiera del suelo donde él mismo nació, aunque nunca consideró propio, en el íntegro sentido de la palabra.
Sarmiento odió a los indios, a los negros argentinos, a los gauchos, a todo el arco latinoamericano e inclusive a los españoles, a quienes consideraba una raza inferior europea. Está en sus libros. Jamás desmintió nada. Sarmiento tenía un estilo literario y oratorio tremendo, a la altura de las diatribas hitlerianas, por contenido e intensidad. Ocurre que la historia y la geografía le jugaron en contra. O lo hicieron jugar en el patio de atrás, con la lógica decepción que ese hecho le provocó. Entonces pretendió trasladarnos al primer mundo de su época en brazos de una “educación para todos”, o sea, para todos los que desde ese momento, con guardapolvo blanco unificador, colocaran los cimientos y los pilotes de una verdadera colonia, no una colonia de cuarta categoría. Si haremos las cosas, las haremos bien, podría haber lanzado en algunos de sus encendidas proclamas de barricada inútil, a favor de los imperios y en contra de la propia sangre.
Un reciente contrapunto protagonizado en Página 12 por Osvaldo Bayer y el ministro de educación macrista Mariano Narodowski es más que ilustrativo en este asunto. Allí Bayer rescata el sesgo educador de Sarmiento, al tiempo que demuele su figura al considerarlo, como en este post, un racista hecho y derecho. La polémica con el funcionario pro-porteño surgió de la inconsulta decisión de Mauricio, consistente en considerar obligatorio para los alumnos primarios porteños, cantar el Himno a Sarmiento en todos (sí, todos) los actos escolares del año lectivo. La idea de Macri (ya puesta en práctica) no sorprende para nada. Él es hijo de la educación sarmientina. Como lo somos todos los argentinos, sólo que él (su partido, su clase social, su entorno) interpretaron perfectamente las ideas del intocable sanjuanino (el mendocino era Nicolino Locche). Lo triste es que el resto nos educamos con los mismos principios, contrarios a toda idea de Nación soberana, independiente e igualitaria. Porque si hay una contradicción suprema en la historia nacional es la coincidencia de liberales, conservadores, socialistas, radicales (y no pocos peronistas, aunque no el peronismo orgánicamente) en ejercer la defensa de la figura de Domingo Faustino, sin contraponerla automáticamente con quienes fueron sus enemigos, esa “lacra bárbara” que Sarmiento denostó, persiguió, mandó a asesinar (Peñaloza) y hasta a festejar asesinatos. Volvemos a Bayer, a Página 12 y a los libros del ex presidente.
Escribió el prócer: “Un día vendrá al fin, que lo resuelvan, y la esfinge argentina: mitad mujer, por lo cobarde, mitad tigre, por lo sanguinario, morirá a sus plantas…” Esto lo dijo por Rosas, pero obsérvese (y al diablo con el contexto) lo que Domingo pensaba de la condición femenina.
Y otra: “Hubiérase explicado el misterio de la lucha obstinada que despedaza a la República. Hubiérase asignado su parte a la configuración del terreno y a los hábitos que ella engendra: su parte a las tradiciones españolas y a la conciencia nacional, inicua, plebeya; su parte a la barbarie indígena; su parte a la civilización europea”.
Y otra (también extraída del “Facundo”): “España, esa rezagada, unida a la Europa culta por un ancho istmo y separada del África bárbara por un ancho estrecho”. He aquí también un mazazo para el África negra, que luego trasladó al terreno local cuando saludó la masacre de negros nacionales en la Guerra contra el Paraguay, esa guerra de la Triple Alianza donde los liberales como Mitre y Sarmiento siguieron las órdenes del imperio inglés para destruir al Paraguay, en ese tiempo el único país sudamericano antiimperalista y autónomo, el más adelantado en 1865 y el más progresista, tanto, que generó la inquietud irracional de las potencias europeas, que conchabaron a sus gerentes sudamericanos para llevar un (otro más) plan de exterminio.
Y una más: “Dicen que somos amigos de los europeos y traidores a la causa americana. ¡Cierto!, decimos nosotros ¡somos traidores a la causa americana, española, absolutista, bárbara ¿No han visto revolotear por ahí, sobre nuestras cabezas, la palabara ’salvaje?’”.
Y dale: “Las fusión en nuestra tierra de españoles, indígenas y negros ha resultado un todo homogéneo que se distingue por su amor a la ociosidad e incapacidad industrial, cuando la educación no viene a poner espuela (¿?)”.
Bueno, el remate podría ser su hito que trasciende los siglos: “No ahorre sangre de gaucho”. Y su mejor contribución, el haber contratado maestras de Estados Unidos para educarnos según sus normas imperialistas, que no otra cosa vinieron a hacer aquí (¿o que se creía, que vendrían a formar individuos revolucionarios?). Sarmiento es el padre de la educación argentina, como Roca es el padre del progresismo. Uno educó para la colonia y la entrega, el otro asesinó más de un millón para que fuéramos modernos. Nadie les quita esas medallas. Y acaso por eso Macri quiere reivindicar a Faustino, obligatoriamente, como manda su prosapia democrática, en las escuelas de la ciudad. En una de ellas, ubicada en el barrio de Flores Sud, y citada por Bayer en su nota, en setiembre de 2007 los alumnos de séptimo grado se negaron a cantar ese himno el Día del Maestro. El director, Enrique Samar, les pidió que fundamentaran esa decisión. Los alumnos lo hicieron y el himno no se cantó. Eso fue en la era pre-Macri. Veremos este año.
Como colofón, y a tono con el tufillo oligárquico-campestre que todavía nos invade con su vaho, vale otra historieta reciente. Unos días después de concluído el conflicto con el triunfo de los dueños de la tierra y del voto de Clotocobos, se reunieron (entre otros) en el Alvear Palace Hotel para festejar una nuevo aniversario de la fundación de la empresa azucarera Ledesma, nada menos que José Alfredo Martínez de Hoz y Luciano Miguens, con el octogenario titular del emporio jujeño: Carlos Pedro Blaquier, el mismo que consumó junto a las fuerzas armadas y de seguridad el recordado “Apagón” entre el 20 y el 27 de julio de 1976, durante el cual fueron secuestrados 400 trabajadores y delegados del ingenio, 30 de los cuales aun permanecen desaparecidos. Ellos lo hicieron: cortaron la luz con el beneplácito y la orientación de los Blaquier y consumaron una de las tropelías más aberrantes de aquel tiempo. Nosotros, mientras tanto, seguimos consumiendo el azúcar de Ledesma… Y aquí viene la relación:
En carta de lectores publicada el 20 de enero de 2001 por el diario La Nación (¿qué otro?) y con el título de “La Envidia Igualitaria”, Carlos Pedro Blaquier dice estas cosas, entre muchas más; “La propia naturaleza ha puesto en los hombres muchísimas y muy grandes desigualdades, pero los hombres mejor dotados han sido siempre minoría. Son muchos menos los que se encuentran en los sectores más altos de la escala, que los que se encuentran abajo. Pretender eliminar estas desigualdades es ir contra el orden natural de las cosas y desalentaría a los más aptos para realizar la labor creadora del progreso ¿Qué aliciente tendrían en manifestar sus talentos si recibieran el mismo trato y los mismos beneficios que los menos dotados?”
Y sigue: “Es comrpensible que por las características de la naturaleza humana, los de abajo se consideren injustamente tratados e intenten sustituir a los mejor dotados. Eso es lo que con toda razón se ha llamado “La Envidia Igualitaria”.
“Conozco demasiados argentinos que se han destacado en el exterior. Saben que si se hubiesen quedado en el país no habrían tenido la oportunidad de manifestarse como hombres excepcionales y estarían ubicados en la extensa franja de los mediocres. Hace pocos días, Domingo Cavallo dijo que nuestro presidente de la Nación (por ese tiempo Fernando de la Rúa) será el SARMIENTO del siglo XXI ¡Ojalá que tenga razón! Sarmiento trajo grandes maestros al país y creó las estructuras básicas de un buen sistema de enseñanza. Varias décadas después hicimos las cosas al revés. Hoy los resultados culturales y educativos de este cambio de rumbo están a la vista”.
Bien, la carta de Blaquier nos pone cara a cara con la Argentina racista, que no solamente anida en la alta burguesía, sino -y lamentablemente- en extensos bolsones de la clase media. Miles y miles de veces por día en nuestro país, alguien pronuncia su “negro de mierda” personal y patético. Y no habrá nadie que nos salve de ese oprobio, por más campañas callejeras de concientización que se les ocurran. El virus lo inocularon antes. Claro que el racismo es esencialmente europeo (y de ahí venimos casi todos). Claro que los estadounidenses vienen también de allí. Pero todo bien regado y sazonado con la ideología y la portentosa labia del gran Maestro, el gran civilizador, el incuestionable reproductor argentino de una patología que siempre amenaza con reventar el mundo: el racismo (y no sólo el antisemita), una adquisición que circula por muchas cabezas en nuestro país, que encarnan tanto oligarcas como muchos docentes; que saludan los Macri y los Blaquier, en fin, todos los que promueven ¡Gloria y loor, al gran Sarmiento!, como reza el himno que su hijo, señora, también entona, obligatoriamente, en cada acto de la escuela pública porteña.
Sarmiento fue un racista. Y también muchas otras cosas. Porque nobleza obliga, dijo mi amigo, el contexto.

sábado, 6 de septiembre de 2008

BALANCE DEL GORILISMO OLÍMPICO

Como ex profesional del rubro y actual docente de Periodismo Deportivo en varias escuelas porteñas, me atrevo a formular algunas apreciaciones, a tono con el clima olímpico que comienza a desvanecerse después de sacudir o abrumar, usted dirá, todo como balance del balance, cuando Beijing comienza a ser un recuerdo. 1- La gran mayoría de los periodistas deportivos argentinos actuales adolece de las mismas carencias que el resto de sus colegas, es decir, conocen poco de historia argentina y menos de historia internacional. Obviamente, no tienen capacidad para establecer comparaciones de ningún tipo. Saben qué es bueno pero no qué es mejor, porque no tienen marco de referencia. En segundo lugar, les caben las generales de la ley, esto es, también son mayoritariamente gorilas y -como sus pares de las secciones de política y economía-siempre tratan de llevar agua para el molino antiperonista, o sea, inocentemente o adrede, juegan para los dueños del poder, en este caso mediático, actual herramienta básica para sojuzgar a los pueblos, con más prolijidad que antiguas ordalías militares. Por ejemplo, fustigan a la Secretaría de Deportes por el bendito "apoyo" que ni siquiera saben qué es, ni a cuánto asciende, porque están muy ocupados con la rodilla de Martín Palermo. 2- Aclaración sobre las supuestas calamidades provocadas por el peronismo. Es curioso, deportivamente. La máxima cosecha de medallas olímpicas (8) se obtuvo en 1948, y no fue en deportes colectivos, como ahora se quiere minimizar. Hubo dos oros en boxeo y uno en el (nada menos...) legendario marathon. También se logró un oro en Helsinki 52 (remo). Y desde allí hasta 2004, nada de nada dorado. Habría que preguntar por cuáles razones, a los que gobernaban el país cuando se realizaron los Juegos de los años 1956-60-64-68-72-76-80-84-88-92-96-2000. Sí, ¡bingo!: ningún peronista, salvo Menem, que en 1992 y 1996 era ya la antítesis del peronismo. Extrañamente, después de 52 pirulines, Argentina volvió al podio de oro en 2004 y 2008, con 4 preseítas para sumar a las antiguas 13. Creo que K y CFK son peronistas. 3- La política deportiva argentina siempre fue de apoyo a todos aquellos que logran las marcas mínimas exigidas por el COI. Con esas marcas, en otros países los mandan a juntar remolachas. Si aquí hiciéramos eso, imagínense lo que dirían esos deportistas sin chances sobre el bendito "apoyo". En Cuba, por caso, si tienen tres candidatos a una medalla, mandan al mejor, y los otros dos, inmensamente arriba de las marcas mínimas, se quedan en la Isla. Es otra política. No sé si mejor o peor. Los resultados numéricos indican que es mejor, pero la opción cubana por los más aptos, no parece tan buena. 4- No es cierto que nuestro país se destaque sólo en deportes colectivos. El boxeo (individual por antonomasia) es el deporte que más medallas le dio a la Argentina en JJ.OO. Total de 22, con 7 de oro. Tuvimos también medallistas en natación, atletismo, remo, tiro, yachting, yudo, equitación, la reciente en ciclismo, etc. Lo del fútbol y el basquet es coyuntural, olímpicamente hablando. Brasil nunca fue campeón olímpico de fútbol, por caso. Y no es que le falten ganas. 5- Como bien dice algún estudio incluído en interesantes posts deportivos, Argentina está donde tiene que estar. Y no está mal. Porque si no, habría que hablar de otros temas, ajenos al deporte, aunque siempre relacionados. El ejemplo de Dinamarca es interesante. Se trata de uno de los cinco o seis paises del mundo donde no existen desigualdades sociales (junto con Suecia, Noruega, Finlandia, etc). En los Juegos del 2004 ocupó el puesto 37º en el medallero, uno arriba de la Argentina (que ahora mejoró, de 38º a 34º). Cuando los daneses hablan de deporte se refieren al deporte que se practica recreativamente, no al que se ve por tv. Y nadie mata a nadie por un fallo equivocado de un árbitro. Les importa un comino la medallita. En su constitución, como en todas las del mundo, no existe el derecho o la obligación de lograr triunfos deportivos. Como debe ser, primero está la alimentación, luego la salud, luego la educación. Sólo que ellos no lo enuncian. Ellos lo hacen. Aquí tenemos periodistas deportivos quejosos por la falta de medallas pero (me incluyo) infinitamente peor educados que los daneses, a quienes -entre otras barbaries liberales que nosotros padecimos y padecemos- el racismo sarmientino no les tocó ni de lejos. 6- La última, también para apurados comunicadores de malas nuevas: cuando los deportistas argentinos arrasaban en todas las disciplinas durante el primer peronismo //campeones mundiales de basquet, primer campeón mundial de boxeo (Pascual Pérez), triple campeón mundial de Fórmula Uno (Juan Manuel Fangio), campeón mundial juvenil de ajedrez (Oscar Panno), más de 100 medallas panamericanas, etc.//, cuando todo eso ocurría, la "gente" (esto es, la clase media de aquel tiempo) decía que Perón invertía fortunas en el deporte porque quería salir en las fotos con los triunfadores. Y hoy dirían que "se despilfarra irresponsablemente el dinero (de esa misma) 'gente' ". Porque si de algo somos campeones olímpicos, es de gorilismo, ese increíble matrimonio contraído entre ignorancia e intolerancia, que nos baja de cualquier podio desde 1945.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

¡LLAME YA!

Kevin Insaurralde dice que perdió 80 libras gracias al infalible tratamiento reductor de peso que 28 canales de cable promocionan al mismo tiempo y con idéntico fervor publicitario a toda hora y hacia toda Latinoamérica. Otros quince ex obesos fatigan la pantalla con sus viejas fotografías apaisadas y sus flamantes imágenes verticales que demuestran el éxito del sistema Jorgito Fat Fast, creado, patentado y facturado por un experto sexagenario que luce su abdomen empotrado, junto a alegres veinteañeras consumidoras de la chatarra que todavía no pulverizó sus curvas anhelantes de protagonismo, aunque más no sea de la mano del maestro reductor (¿o reducidor?) de panzas imposibles, campeón de la turgencia y de la tonicidad, superidóneo del placer sin aburridos medicamentos, medicina mentirosa y médicos obsoletos. Todo envuelto para regalo y para felicidad de los gordos y gordas del patio trasero, que llaman YA y obtienen el premio a su constancia y tenacidad televisivas. Todo bien, salvo un detalle. Parece que Kevin encontró las 80 libras que había extraviado al comienzo de estas líneas. O por lo menos eso indica su apariencia, que el mismo día despotrica desde la tribuna de un programa casamentero emitido en Miami, al que acudió -seguro que sin permiso del experto- para confesar que no consigue novia ni trabajo fijo, a causa de una enfermedad glandular que padece desde niño y que desde niño le impide adelgazar. Por lo visto y oído, ahora Kevin cuenta con dos empleos temporarios, si es que no lo despiden del primero por transformarse en un gordito picarón. Algo es algo. Otro milagro incuestionable, probado, ratificado y garantizado por la imprevisible cultura del zapping.