Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.

jueves, 27 de diciembre de 2007

COLORADO EL 7

Aunque en la jerga quinielera de los sueños, el loco es el 22, en el idioma de nuestro fútbol siempre será el 7. Así, los más endiablados gambeteadores, los habilidosos más pintorescos, los creativos más inesperados, lucieron ese número en su espalda. Hoy ya no existen más 'wines' y entonces cualquier discípulo de Garrincha puede llevar con orgullo el 22, el 47 y hasta el 98. Sin embargo, la historia y la nostalgia nos devuelven el 7 bravo de René Houseman, el de Orestes Osmar Corbatta y, en este caso puntual, el de RAÚL EMILIO BERNAO, un loco idolatrado por los hinchas de Independiente como él, que era capaz de desparramar a cinco tipos en medio metro cuadrado. Sus piernas largas y su cintura aparentemente dura enloquecieron también a un brillante marcador de punta como Silvio Marzolini (el mejor del mundo en su puesto, allá por el 66), quien jamás pudo encontrarle la vuelta. Bernao nació en Avellaneda en 1941, debutó en primera en el 62, jugó 252 partidos y señaló 41 goles. Fue campeón local en 63-67-70 y de la Libertadores de América 64-65. Una noche mágica de aquel 1964, cuando Independiente inauguró una nueva iluminación de su estadio, Bernao escribió su obra más impecable y la multitud gozó con su arte en plenitud, mientras el equipo destrozaba al Santos de Pelé, con Pelé. Esa noche se vio la mejor versión del repertorio del genial puntero derecho, el elegido: ese que la llevaba atada, la descosía, la hacía de papel, la dejaba chiquita y la devolvía bien redonda para que cualquiera la embocara en el estruendo de la ovación. (A la memoria de Raúl Emilio Bernao, fallecido ayer). Fragmento extraído del libro UN GRITO DE CORAZÓN, de Enrique Martín, publicado por Editorial Dunken en enero de 2007.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Le agradezco el recuerdo, como hincha de Independiente y admirador del Loco Bernao. No todos se acordaron de él.