Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.

jueves, 6 de agosto de 2009

CARIPELAS

Caraduras. Cararrotas, Caripelas.

También hubiese sido un buen título "Sin Palabras" u "Orgasmo". Lo mismo da. Lo cierto es que los rostros lo dijeron todo y entonces me quedé con el título más gráfico. Si es verdad que la imagen vale más que mil palabras (bastante discutible, por cierto), y también es verdad que la imagen televisiva se comercializa por segundo, y un segundo vale miles de dólares, entonces ese largo minuto de Caripelas resultó fundacional para la definitiva desintegración (¿muerte?) del periodismo argentino (ya adelantada en el excelente libro "Salven a Clark Kent", de Néstor Contissa -2005-). Déjenme contarles un poco más para disfrutarlo más, aunque ustedes también hayan visto en vivo lo que yo vi, o en alguna repetición, o alguien se los habrá comentado.

Salvo un diez por ciento que resiste presiones y oprobios en redacciones, emisoras y canales, y sin contar a la nutrida cofradía de descerebrados, idiotas inútiles y analfabetos funcionales de la patria movilera, farandulera y demás, el verdadero periodismo político nacional se divide en dos bandos bien diferenciados: los que operan como policías malos y los que lo hacen como policías buenos. Más allá de sus aptitudes y vocaciones (que muchos las tienen) y más allá de que cobren mucho o muchísimo por ventanilla legal, o con sobre bajo la mesa o mediante el hoy popular mix de ambas modalidades.

Mariano Grondona no se sonroja si le gritan golpista. Magdalena Ruiz Guiñazú no se enoja si la llaman gorila. Son lo que son y lo saben. Y están orgullosos de serlo. Como Morales Solá, como Nelson Castro, como la redacción política entera de La Nación, como gran parte de la de Clarín (te extrañamos Cardoso) y como todos los informativistas de la tele con más de dos neuronas en funcionamiento. Son los policías malos. O el liberalismo de derecha, para ubicarlos políticamente.

Los policías buenos serían los liberales de izquierda, tipo Leuco, Eliaschev, Enrique Vázquez (!!!! que trabaja en Radio Nacional y Canal 7 !!!!), Lasanata. Montenegro, Sietecase y, fundamentalmente, el duo que componen ERNESTO TENEMBAUM Y MARCELO ZLOTOWIAGDZA, sumados a Clarinete desde TN (Total Normalidad, como tituló la Noble el 24-3-77) desde el impagable e imbancable programa Palabras más, Palabras menos.

El hecho fundacional ocurrió durante ese programa, el martes de esta semana. El entrevistado (obviamente) era Alfredo De Ángeli, y los policías buenos le disparaban algunas tibias críticas al discurso nazi de Biolcati en el acto de la Rural, naturalmente para justificar luego que lo siguen bancando. Es decir, "no tiremos de la soga, porque se puede romper justo ahora que estamos a un metro del arco". El mismo bache que hizo tropezar meses atrás a Eduardo Van der Kooy (policía mix) cuando defenestró a Eduardo Buzzi, no por ser golpista, sino por decirlo en un acto público televisado por cadena (privada, claro) desde Sáenz Peña, Chaco.

El cierre del programa de marras tuvo como broche este diálogo, que trataré de reproducir hasta con silencios.

De Ángeli - Bueno, les agradezco por lo mucho que han hecho.

Tenembaum mudo.

Zloto - ¿Qué hemos hecho?

De Ángeli - Les agradezco mucho por lo que han hecho.

Tenembaum mudo, mostrando sólo perfil derecho.

Zloto - ¿Qúe hemos hecho? ¿Entrevistarlo?

De Ángeli - Lo que han hecho por el sector agropecuario.

Tenembaum mudo - mostrando sólo perfil derecho, pero semitapado por su mano también derecha.

Zloto mudo, con rostro desencajado, ojos inyectados, elevándose de la silla.

De Ángeli - Lo que han hecho por el sector agropecuario, por el país. Eso.

A los golpistas como Grondona o las gorilas irredentas como Guiñazú esto no les movería un pelo. A los que no miran estos programas (y hacen bien) tampoco, y a algunos que los ven y no captan las entrelíneas, tampoco. Pero créanme que cuando a un policía bueno le descubren el juego, tarde o temprano le quedan sólo dos alternativas. O se convierte en malo (lo más posible y rentable) o directamente se autodestruye, porque a él sí, tal vez le quepa aquello de "se vuelve de todas partes, menos del ridículo".

Algo de eso ocurrió allí, en esa suerte de desenmascaramiento brutal de dos policías buenos del periodismo, a cargo de un pobre imbécil ininputable, aunque incuestionablemente popular.

Se acostaron con chicos y amanecieron meados, hubiera dicho mi abuela.

Y no pudieron disimular la humedad sobre el pijama.

Por eso las CARIPELAS de terror.

Esa noche, la cámara -seguramente- se convirtió para ellos en espejo y les mostró lo que son. Sin palabras. Ni más ni menos.

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