Tras padecer dos úlceras perforadas, la última con una hemorragia que bajó el hematocrito a 24, y una internación posterior con tensión arterial a 22 y angina inestable, el médico cardiólogo Carlos Ciarlante (de la obra social que nos dispensaba el Grupo Clarín a los trabajadores de la Agencia Diarios y Noticias -DyN-, en la que yo revistaba en 1995 como secretario de redacción) me aconsejó seriamente “cambiar de trabajo, ante la posibilidad cierta de sucumbir en la próxima somatización”.
Le hice caso al doctor. Me fui del multimedio, harto de las presiones salvajes, de las delaciones, de la “Siberia” (el turno mañana, al que confinan a los trabajadores de la empresa que no defienden a rajatabla sus intereses económicos). Me harté y me fui en medio de un clima que ahora sería plácido y bucólico, a estar por lo que me cuentan quienes padecen hoy desde adentro la dictadura de Noble-Magnetto y la de sus esbirros Pagliaro, Aranda, Rendo, así como la mordaza impuesta por los “periodistas independientes” Roa, Van der Kooy y Blanck. Los mismos que le transmiten órdenes mediante la cucaracha en la oreja a los infradotados Bonelli y Sylvestre para que pregunten lo que la empresa quiere, ante su imposibilidad intelectual de cumplir órdenes automáticamente, no por falta de voluntad sino de neuronas. Con Morales Solá no tienen necesidad.
Cuando me fui, estaba “congelado” por la empresa en el horario de 5 a 11 de la mañana, sin más tarea que ver y oir diariamente a un director como Edgardo Alfano (hijo putativo de Magdalena y hoy retornado a TN) haciendo gala de su inefable condición de capanga preservativo todo terreno, a horario completo.
Cuando me fui, dejé un buen sueldo y una tranquilidad que jamás volví a sentir en el bolsillo. Pero mi duodeno y mi cuore soportan bastante bien la vida cotidiana y hasta ver en acción al multimedio con toda su furia desatada sobre empleados nobles e innobles, enloquecido ante la sanción (hoy) de una ley que acaso ni le reste un milímetro de poder, pero que ha conseguido quitarle la careta al verdadero poder en la Argentina.
Aprovecho desde aquí para saludar a aquellos centenares de despedidos sin indemnización en Canal 13 (fusilados por el matrimonio conveniente de Ernestina con Menem); a mi amigo Pablo Llonto, que nunca cejó en su lucha por desenmascarar al monstruo; a Claudio Díaz, otro renunciante que se bajó con dignidad para dar la pelea desde el verdadero llano, y a todos los que hoy -por la razón que fuese- no pueden desatar la mordaza que les impone el gran diario argentino y sus sucursales satélites.
Y un abrazo también al doctor Ciarlante, porque sin aquellas palabras suyas, seguro no estaría viviendo este mínimo triunfo.
Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.
sábado, 10 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario