Y un día, en nuestro país, las mujeres fueron personas. Todas las mujeres. Las ricas y las pobres, las de clase media y las obreras. Todas. Ese día, el 9 de septiembre de 1947, hace apenas 60 años, una sola mujer lo hizo por y para todas ellas. Hasta por aquellas que la odiaban y que no mucho después gritarían ¡Viva el cáncer! como prueba irrefutable de una perversidad mucho más grande que su género, cuando quien las había consagrado humanas comenzaba a evaporarse a los 33 años para convertirse en el mito que, desde ese momento y acaso para siempre, les arruinaría el sueño (a las del graffitti, anónimo, por supuesto), ya que no el bolsillo. Ese día tan lejano, las mujeres argentinas obtuvieron mediante la ley 13010 el derecho a votar, aplastando con la fuerza de una sola vagina bien nacida el oprobio de la ley Saénz Peña, que los libros de Mitre insisten en llamar "del voto universal, secreto y obligatorio". Universal pero sin mujeres, como le gustaba a Bartolo, el padre de la historia oficial, liberal, colonial y entreguista. Hubiera entregado a su mujer también, ya que tampoco la consideraba un par sino una carga o un adorno. Pues bien, Evita, pese a todo y contra aquellas y éstas, todas pueden hoy votar a favor y en contra. Expresarse, opinar, disentir, militar y también abstenerse. También algunas pueden seguir odiándote y darte la espalda en el cuarto oscuro que les aclaraste para que pudieran ver la luz de la justicia en serio, la justicia social, la soberanía política y la independencia económica que nunca quisieron para tu Argentina. Pero no son ni fueron todas, Eva. No. Y las que no entienden nada hoy, talvez serán millones mañana. Como sea y adonde sea, sabrán que sin tu coraje, todavía serían "universales", pero no mujeres.
A tu valentía, en este aniversario, los versos de Cátulo Castillo:
Nos miras desde el fondo de un retrato/ con tu fija expresión de dama antigua/sonriente y grácil, con la mano exigua/ que enlaza el brazo fuerte, con recato/ ¡Todo era una ilusión!... y en el boato/ de tu traje de fiesta se santigua/ otra mano de adiós, con esa ambigua/ pálida ausencia que pintó el retrato/ ¡Cómo eras de feliz!...con una aureola/ de amor y de piedad, te arqueabas, mimbre/ que desgajó la furia de la ola/ Y te desdibujaste, dulce y sola/cuando la muerte, silenciosa urdimbre/ te hizo escuchar su vieja caracola...
Podría haber sido Tigregatica, porque a él le hubiese gustado más. Pero el apelativo de Mono lo definió por las buenas y por las malas, que son las que quiero incluir en este blog. Las buenas y las malas de antes y de ahora. Las mías y las ajenas. Las de nuestro país y las del mundo. Las que nos permiten vivir y las que nos obligan a hacerlo. En Dios creo, y en algunas personas (muertas y vivas) también. No demasiadas. Pero suficientes. Todos los demás, que paguen al contado.
martes, 4 de septiembre de 2007
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3 comentarios:
Un abrazo fraterno y peronista. Nos hace falta Eva, o mejor dicho, nos hace falta su coraje.
Gabriel Ayov�
Bertold, el alemán, el de los tres centávos dijo algo así: "Hay quienes luchan un día y son buenos. Hay quienes luchan muchos días y son mejores. Pero los hay quienes luchan toda la vida; esos son los imprescindibles".
Gracias por el recuerdo de Evita.
Hoy es imprescindible.
Marcelo Saraceni
Así es, amigo. Recién ahora, y con bastante dificultad, empiezan a reconocer a Evita, sobre todo las mujeres. Pero no olvide, desconfíe. Muchos de los que hoy hablan bien de ella, siguen hablando mal de Perón. Un abrazo.
Osvaldo Oliva
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